Copyrithg@PastorLuisEmilioBaez
“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”. Hebreos 12:15
Durante toda nuestra vida arrastramos con nuestro pasado a cuestas en el que recibimos todo tipo de rechazo, humillación, maltrato y heridas que fueron creando resentimientos que no hemos sacado de nuestro corazón. Acumulamos estas cosas que deterioran nuestras emociones y afectan nuestra manera de relacionarnos con los demás y nos amargamos contra los que nos afectaron, provocando que nos enfermemos física y emocionalmente. “El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos” Proverbios 17:9
El grave problema es que todos esos eventos marcaron fuertemente nuestras vidas, porque paradójicamente la gente que amamos son los mayores causantes de estas situaciones. Muchos de ellos afectaron nuestra autoestima diciéndonos que no valíamos nada o sometiéndonos a algún tipo de maltrato físico, emocional o verbal, y esa es la causa principal por la que vemos entre nosotros personas retraídas, resentidas, depresivas y violentas que en algún momento manifiestan este dolor contra la gente con la que se relaciona. “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Mateo 6: 14-15
Además de todo esto, existen enfermedades físicas y emocionales que están relacionadas con estos traumas, porque el odio y el resentimiento termina destruyéndonos física, emocional y espiritualmente. “Porque veo que estás lleno de amargura y que la maldad te tiene preso.” Hechos 8:23 La amargura nos hace olvidar todo lo bueno que hemos recibido de Dios y de las personas y termina aislándonos de todo y de todos porque el complejo y el orgullo no nos permiten dar el primer paso. Es tiempo de deshacernos de las cosas que nos impiden avanzar, pidiendo perdón a los que dañamos y perdonando a los que nos dañaron. Cuando decidimos perdonar a todos los que nos han afectado, comenzamos a caminar hacia nuestra propia libertad y provocar la libertan de aquellos que tenemos presos en nuestros corazones. “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. Romanos 12:14-15
“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Efesios 4:31-32