Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo,
que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto.
Rociad, cielos, de arriba, y las nubes destilen la justicia; ábrase la tierra, y prodúzcanse la salvación y la justicia; háganse brotar juntamente. Yo Jehová lo he creado. ¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?; o tu obra: No tiene manos? ¡Ay del que dice al padre: ¿Por qué engendraste? y a la mujer: ¿Por qué diste a luz?!
Isaías 45:5-10
Es muy normal y común que al pasar por tiempos de aflicción nos preguntemos por qué permite Dios que sus hijos experimentemos situaciones dolorosas, o porque permite Dios que nos equivoquemos si El es Todopoderoso. Todo eso no parece coincidir con la característica de Padre amoroso; es difícil pensar que Dios tiene el poder para evitarnos ciertas cosas y no lo haga. Pensemos por un momento lo siguiente:
Dios pudo habernos convertido en seres sin libre albedrío protegidos de toda consecuencia del pecado e incapaces de elegir el pecado, pero esto significaría ser incapaces de elegir amarlo.
Si Dios y las personas que nos rodean nos evitarán las consecuencias de nuestros pecados y nuestras malas decisiones, como nos convertiríamos en cristianos maduros?
Si otros fueran los que nos dijeran siempre como actuar y que hacer, como aprenderemos a ser guiados por el Espíritu Santo, a escuchar la voz de Dios y a depender de El, si siempre estaremos sujetos al consenso de otros, siempre responsabilizaremos a otros de nuestras decisiones y tampoco maduraremos.
Dios es soberano, nada escapa se Su control y nada de lo que nos sucede pasa sin que El lo permita. Para madurar como cristianos es necesario escudriñar la Palabra de Dios, mantenernos en comunión con El, esperar atentamente que su Santo Espíritu nos dirija y actuar con obediencia conforme a su dirección. ¿Estamos dispuestos a madurar?