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“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano”. Salmos 32:3-4
Cuando somos confrontados y reprendidos porque nuestro estilo de vida nos está alejando del propósito de Dios, nos convertimos en fieras que no aceptan reprensión ni exhortación alguna de personas que nos aman y buscan nuestro bien. Esos aterrizajes forzosos nos ayudan a reconocer nuestros errores y las cosas que afectan o impiden nuestra relación con Dios, pero si no evidenciamos un verdadero arrepentimiento por medio de la confesión, caeremos en un estado espiritual de soberbia y falta de humildad que nos alejará cada vez mas de Dios. “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Proverbios 28:13
Está claro que la simple idea de tener que rendir cuentas nos llena de temor porque muchas veces la vergüenza y la culpabilidad nos ha arropado completamente. La confesión es un poderoso mecanismo de gracia que nos permite restablecer la comunión perdida por haberle fallado a Dios y puede ser la solución para salir de ese estado de esclavitud en la que se encuentra nuestra vida y nuestro corazón. La confesión a Dios debe producir un arrepentimiento genuino, porque el pecado sin confesar es lo único que nos separa de Dios. “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. Salmos 139:23-24
Dios está dispuesto a perdonarnos siempre que nos arrepintamos y confesemos nuestros pecados, porque mientras no tengamos la actitud correcta no alcanzar la plenitud de Cristo. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9. Cuando permitimos que las aves hagan nidos sobre nuestras cabezas, veremos como poco a poco terminamos adormecidos cerrando las puertas de nuestro corazón y nuestros oídos a la voz de Dios, mientras que si nos acercamos a Dios arrepentidos, encontraremos siempre perdón, misericordia y restauración. “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado”. Salmos 32:5
“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
Salmos 51:17